Una sentada. Un rato en el sofá, en la cama, al sol, mirando la lluvia por una ventana o en un bar. Donde más te guste. Rápido. Voraz. Así se lee Busco similar, la primera novela de Nicolás Artusi.
Artusi realiza una memoria de los años 90 en Buenos Aires, más específicamente en Capital, en Palermo, en el Centro, y a lo largo de la Avenida Santa Fe y la calle Corrientes. Si durante la década menemista terminaste la secundaria, te iniciaste en la adultez, fuiste testigo de la construcción del Alto Palermo y el Solar de la Abadía, y pasaste las tardes o noches escuchando música en Tower Records, tendrás un viaje en el tiempo dentro de esta novela.
Morocco, El Dorado, Bunker, Edelweiss: Artusi te invita a volver a esta Buenos Aires que ya no existe, en palabras del autor, “una especie de postal” de esa época.
«Unos quince minutos, los empleados de remeras rockeras y chalecos negros empezaban a decirnos que teníamos que irnos pero, si queríamos, podíamos ir a tomar una cerveza a Cinema, el pizzacafé de Santa Fe y Callao que abría hasta tardísimo, o a comer milanesas a La Madeleine, casi llegando a Rodríguez Peña, que tenía la cocina abierta durante toda la noche. Eran mis primeras experiencias en el noctambulismo, una licencia que me permitía con el gustito ilícito que paladea el pibe al que los padres dejan seguir mirando tele después del horario de protección al menor.»
Se trata de una juventud sin redes sociales, sin aplicaciones de citas ni celulares masivos, con el inicio de la internet vía dial-up, donde solo se podía poner el cuerpo, como lo hace el protagonista de esta novela. Para conocer a alguien, se animaba a utilizar el correo postal y, luego, la llamada telefónica a la casa de una persona, donde podía atenderlo cualquiera de los habitantes: un padre, un hermano o la madre, como sucede en Busco similar.
Busco similar nos invita a revisitar los ’90 y a repensar esa década desde este relato iniciático, donde las anécdotas vividas por Gastón, el protagonista, y por el personaje de Javier nos enfrentan a un momento histórico que hoy está en consideración pública: el menemismo.
Es una novela sobre el deseo de transformación, la vida adulta, la voluntad de emancipación y la apertura a un mundo nuevo. Aparece la convertibilidad, no solo económica, sino también personal, transformándose en algo que uno no es.
La novela incluye una pequeña trama de suspenso que Artusi titula “el Talentoso Mr. Ripley del conurbano”, donde la identidad y el “quiénes somos” entran en juego, especialmente en la última década, cuando resultaba difícil saber quién era quién, más allá de lo que se contaba. Sin redes sociales y con una internet aún incipiente, ¿cómo poder buscar o probar quién es alguien? Artusi comienza su novela con una cita de Georges Simenon que nos da una pista sobre el camino a seguir en nuestra lectura: “Todo es verdad, pero nada es exacto”.
Deseo, transformación, amistad, un toque de suspenso y una historia homosexual no declarada, porque los ’90 también fueron el “closet” para la diversidad, la última década en que se ocultó socialmente. A partir de 2000 comenzó la visibilidad y el orgullo, y en 2010, la ley de matrimonio igualitario abrió la lectura sobre lo diverso como algo valioso. Según Ernesto Meccia, sociólogo, en los ’90 habitaron “los últimos homosexuales”: la Avenida Santa Fe como lugar de “yire” y levante, la discoteca Bunker, la calle Marcelo T. de Alvear como zona de taxi boys, los cines porno, las citas a ciegas en alguna esquina… todo bajo la amenaza de los edictos policiales, derogados en 1998. La vivencia, la anécdota y el relato de los personajes, bajo la pluma de Artusi, nos invitan a recorrer esos espacios nuevamente (o a descubrirlos), esas sensaciones, esos silencios.
«Además de los taxis, que también paraban en la calle Marcelo T. de Alvear, la avenida Santa Fe era el único lugar de encuentro de una ciudad que no se declaraba friendly, una vía de iniciación para el que tuviera curiosidad, una vidriera para mirar a los raros, la oportunidad de conocer a otros como uno.»
Busco similar está situada treinta años atrás, pero Nicolás Artusi lo narra como parte de un pasado reciente, que está a la vuelta de la esquina, contado con la naturalidad de lo cercano, de lo propio. Para muchos, será un viaje a nuestra preadolescencia o a las primeras salidas al mundo adulto; para otros, una visita al museo, donde conocer a alguien significaba enviar una carta, donde las películas se miraban en VHS y donde se temía al VIH, que parecía una sentencia de muerte.