En el Centro Cultural Recoleta, la pregunta «¿Cuánto pesa el amor?» resuena con fuerza en una muestra colectiva que reúne a más de 60 artistas de diversas generaciones y procedencias. Curada por Daniel Fischer, la exposición invita a reflexionar sobre las múltiples dimensiones del amor, desde sus expresiones más íntimas hasta su impacto en la sociedad.
Fischer, en su texto curatorial, toma como punto de partida una pregunta de su hija Yuliana: «¿El amor duele?». A partir de esta inquietud infantil, propone un recorrido por las distintas formas del amor, explorando sus claroscuros y paradojas. En palabras del curador, “Según Nietzsche, el amor nos hace humanos, demasiado humanos. Es uno de los conceptos más complejos y polifacéticos que existen; representa una fuerza que transforma nuestras vidas y puede llevarnos al éxtasis o a la máxima desolación. Hoy, en estas salas, con la valentía y el poder de atrapar lo inefable, lo inalcanzable o “como un rayo luminoso que parte nuestros huesos”, en palabras de Julio Cortázar, las obras que participan de esta exposición deconstruyen, desarman e instituyen nuevas figuras retóricas en pos del amor”.
La muestra presenta un amplio abanico de obras que abarcan desde la pintura y la escultura hasta el video, la fotografía y la instalación. Cada artista, a su manera, aporta una mirada singular sobre el tema del amor, invitando al espectador a una experiencia sensorial y reflexiva.
El amor puede ser suave como un ovillo de lana gigante, según la obra de Teresa Pereda. Leve como el sonido de papeles calados agitados por la brisa en el patio, de Manuel Ameztoy. Una hamaca esperando ser usada por Alexandra Kehayoglou. Un beso que es un incendio, como los amantes carbonizados que creó Vicente Grondona. Algo paradisíaco pintado por Edgardo Giménez o aquello que ocurre en un colchón multicolor de Marta Minujín. También puede ser triste, como la obra que impactó a Yuliana, Mar de lágrimas, de Pablo Suárez.
“No hay cosa más monstruosa que la maternidad”, dice Nicola Costantino. En su obra, que es imagen de la muestra, se la ve maternalmente abrazando a una criatura algo siniestra, uno de sus chancho-bola. El amor de madre es para ella algo visceral. Algo de eso también hay en la obra de Charly Herrera, una megainstalación que preside la sala Cronopios, un andamiaje de flores y coronas mortuorias, homenaje a su papá, florista. Se puede entrar y descubrir detalles, como estampitas, espejos y botellas. “Construimos esta especie de tinglado o galpón, y creamos unas coronas con formas que trasgredí –son verticales algunas–, para generar un devenir. Se van a ir secando las flores con los días. Habrá performances y una especie de asentamiento”, dice el artista.
Dialoga con un perrito echado sobre una frazada, obra de Pablo Suárez. En otra oda al amor de hijo, Gabriel Baggio convierte las herramientas de su padre en piezas refulgentes como el oro.
«El revés de la armadura, de Silvia Rivas, habla de la vulnerabilidad. En video, se ve cómo dos mujeres intentan sacarse un traje de papel de seda intervenido. “Quieren arrancarse este exoesqueleto, se tienen que liberar de algo que es propio, por lo que es difícil sacarlo y es doloroso conservarlo; hay que desprenderse con muchísimo cuidado”, cuenta la artista. Son crisálidas, tal vez.
Entre las instalaciones más llamativas está el conjunto de urnas de cristal con calaveras doradas de Claudia del Río y Carlos Herrera, y la red de pescador hecha con rosarios por Daniel Joglar. También, la instalación de camisones rojos y blancos de Claudia Casarino, que habla de la trata. “En su obra señala que la indumentaria habla de opresiones del mundo, sobre todo en la mujer. Por ejemplo, hace un vestido con cuarenta bolsillos, porque antes la ropa de las mujeres no los tenían porque no podían manejar dinero ni tener propiedad privada”, explica Fischer.
El amor bueno, sí, a veces duele. En una pintura, Daniel García despide a su adorada Gilda Di Crosta: esconde su retrato en un jarrón de flores. Peor es no haber conocido el amor. En la obra de Débora Pierpaoli hay dos retratos unidos: recoge una tradición de Oriente de casar en el cementerio a los muertos que no tienen familia, para que las almas no perpetúen su soledad.
Fabiana Larrea enhebra palabras en un ñandutí mural para entender qué significa el amor. “En las redes sociales yo preguntaba a la gente cuáles fueron sus últimas palabras de amor. Aparecían frases de odio, despedidas de seres queridos, el saludo de un niño a su mamá cuando se despierta (”sos lo mejor que tengo en el mundo”), preguntas como ¿por qué no te di un beso? o frases como te voy a donar un riñón dicha por una hermana a otro. Yo las iba tejiendo. En pandemia estaba haciendo esta obra y fallece mi padre. Cuando mi madre se despide de él en el cajón le dice Chau mi cielito, chau, y le da un beso como si lo fuera a ver un ratito más tarde. Así terminé este proceso”. El amor es a veces tan simple como eso.
Las instalaciones sonoras de Diana Schufer abren a una dimensión de lo íntimo ligada a la escucha de un relato. “La almohada”, señala el momento de un encuentro íntimo ligado a la confesión y en “El abrazo” las dos almohadas suspendidas aparecen unidas por un lazo que las une. Como comenta la artista: “Antes de dormirse, ellos hablan, cuentan lo que sienten con el sexo, lo que les gusta del otro, lo que el otro les hace sentir”. Mientras que en La almohada (2001), “la voz de una mujer relata acerca de las huellas que le quedan en el cuerpo y en el alma, después del sexo”.
“¿Cuánto pesa el amor?” incluye obras de Carlos Alonso, Manuel Ameztoy, Amalia Amoedo, Mónica van Asperen, Gabriel Baggio, Fabiana Barreda, Fabián Bercic, Antonio Berni, Delia Cancela, Claudia Casarino, Ailí Chen, Cynthia Cohen, Guillermo Conte, Nicola Costantino, Ángela Copello, Flavia Da Rin, Petu de Mareca, Celina Eceiza, Sara Facio, Yanina Faour, León Ferrari, Mónica Fierro, Juan Manuel Figueroa Aznar, Yiyú Finke, Ana Gallardo, Daniel García, Nicolás García Uriburu, Edgardo Giménez, Sara Goldman, Carlos Gorriarena, Vicente Grondona, Yuyo Gardiol, Carlos Herrera y Roberto Jacoby.
También se exhiben obras de Daniel Joglar, Alexandra Kehayoglou, Fernanda Laguna, Fabiana Larrea, Pablo Lehmann, Marcos López, Matilde Marín, Hernán Marina, Ulises Mazzucca, Paloma Mejía, Ad Minolitti, Marta Minujín, Alejandra Mizrahi, Margarita Paksa, Alberto Passolini, Teresa Pereda, Susana Pérez, Débora Pierpaoli, Liliana Porter, Claudia del Río, Silvia Rivas, Josefina Robirosa, Anatole Saderman, Soledad Sánchez Goldar, Jéssica Sandoval, Diana Schufer, Paula Senderowicz, Paola Sferco, Cindy Sherman, Paulina Silva Hauyon, Elisa Strada, Pablo Suárez, Mariana Tellería, Clorindo Testa, María Torcello, Paula Toto Blake y Luis Wells.
«Cuánto pesa el amor» no es solo una muestra de arte bella y conmovedora, sino también una invitación a la reflexión sobre uno de los sentimientos más poderosos que experimenta el ser humano. La exposición nos invita a cuestionarnos qué significa amar, cómo el amor impacta en nuestras vidas y qué peso tiene en la construcción de nuestras relaciones pero sin limitarse a una visión romántica del amor, sino que profundiza en sus múltiples facetas: el amor apasionado, el amor familiar, el amor social, el amor espiritual, el amor propio, el amor perdido, el amor encontrado… Un sinfín de posibilidades que se desplegaban ante los ojos del espectador.