El corazón del daño con Marilú Marini

Basado en el  texto homónimo de María Negroni editado por Penguin Random House en 2021, Marilú Marini, una actriz fuera de serie, lleva a escena “El corazón del daño”, obra dirigida por  Alejandro Tantanian.

Hayas leído o no el libro de María Negroni, seguramente sabés al sentarte en tu butaca que vas a ver un unipersonal donde el eje es una relación materno-filial, el vínculo entre la narradora y su madre. 

Quien ya leyó a María Negroni, posiblemente vaya con la certeza de que encontrará un texto con inmensa riqueza del lenguaje, juego y poesía.

Quien ya vio actuar a Marilú Marini, posiblemente vaya con la certeza que durante el tiempo que dure el espectáculo, ella llevará a los espectadores a un lugar bello e invitará a sumergirse en esa historia que ocurrirá sobre el escenario. 

Es importante saber que este espectáculo no es una versión teatral de la obra de Negroni. Es un texto nuevo. Un texto que toma la relación entre la madre y la hija como eje y explora la riqueza y sutileza del lenguaje a la que nos invita su autora. 

“Mi madre, la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida…” (fragmento de la obra)

El corazón del daño es un texto inclasificable, en donde lo que las palabras hacen en el lenguaje va más allá de los diferentes géneros al que podamos considerar que este libro pertenece. 

Esta obra de Negroni juega con varios registros, pero no se va de la literatura. No se queda en la anécdota. La supera y la profundiza. De la mano del análisis de la relación con su madre y a través de diversas crisis literarias y existenciales que se cuentan allí, la narradora se pregunta cómo llegó a ser la narradora que es. 

La propuesta llevada a escena nos invita a la misma experiencia, con un trabajo de Alejandro Tantanian preciso, sensible y delicado.

 

Al comenzar la obra entramos en una historia que cuenta la relación desde la voz de la hija. Atravesada por una vida entera, desde la niña, la militante y, también, mamá con ese corazón del daño aferrado al dolor de una madre muy particular. 

En el escenario aparece la narradora, quien vivió esos hechos, quien los pasó y los pasa por el cuerpo y los reflexiona ahí, en vivo, implicando al público de manera cómplice. Se mete en lo íntimo, en el barro propio de esa reminiscencia de uno de los vínculos más íntimos y relevantes de la vida, pensando y analizando cómo eso la llevó a convertirse en artista. Cómo logró, ese vínculo, elaborarlo y transformarlo en obra. 

La importancia del lenguaje, del cómo se cuenta lo que se cuenta, es la obra. 

Marilú Marini toma el texto y lo transforma en algo vivo. Deslumbra desde el momento en el que entra al escenario vestida de negro, con zapatillas rosa chicle y le habla al público pidiéndole que apaguen sus teléfonos celulares.

 Habla ella. 

Entra ella. 

Hasta que menciona:

«Voy a crear lo que me sucedió».

Y con esa frase de Clarice Lispector, comienza la ficción.

Lo escénico, al igual que el texto, es sutil y potente a la vez. El vestuario, la escenografía y la iluminación acompañan a Marilú Marini a transformar en algo vivo cada una de las palabras que acompañan al monólogo que oscila entre ensayo, poesía y algún fragmento de novela que no se desarrolla y en donde también se invitan a otros autores como Lispector o Pizarnik con citas que hacen referencia a la escritura o a la madre.

 

Texto y palabras que pasan por el cuerpo, por la emoción de lo vivido, de lo sentido y de lo no entendido.

Oriana Puppo, quien está a cargo de la escenografía, iluminación y vestuario, hace un planteo escénico con un juego de luces y un gran marco, que puede ser de una fotografía o un cuadro, en medio del escenario. Marini está dentro de él. Narra, monologa, recuerda y reflexiona dentro de ese cuadro. El marco es el que domina el espacio y funciona como una suerte de límite. Juega entre lo que debe estar enmarcado y lo que debe desmarcarse: el personaje y el texto. 

Al finalizar la obra los aplausos son espectaculares. Un público de pie conmovido y atravesado y unas palabras de la actriz que son tan aplaudidas como lo fue la obra. 

“Para la gente de la cultura lo que le pido es insistir, persistir y resistir”

 

“Los actores esconden la parte más misteriosa del teatro, y la más concreta. Le dan vida, una vida eterna, con su cuerpo, carne y voz.”

Así comienza el prólogo de Marilú Marini. Crónicas francoargentinas, de Odile Quirot editado por Libretto. Eso mismo hace Marini en el escenario. Pone el cuerpo y es atravesada por cada parlamento para invadir a cada uno de los espectadores.

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Dirección: Alejandro Tantanian

Escenografía, vestuario e iluminación: Oria Puppo. Sonido y música: Diego Vainer. 

Sala: Teatro Picadero, Enrique Santos Discépolo 1857.

 

Fotos de la nota: Vanessa Rabade