El Ruido de una Época es el nuevo libro de Ariana Harwicz que inaugura la colección de No Ficción de Editorial Marciana. Notas, reflexiones, ensayos breves, ideas sobre la escritura y la literatura en los tiempos modernos. Un texto con fuerte impronta personal que está cruzado con un rico y variado aporte de ensayos, entrevistas y citas de obras de otros artistas. El Ruido de una Época es una invitación a pensar el mundo editorial. Una crítica que quiere desenmascarar las fachadas con una mirada desafiante que plantea la resistencia y la desobediencia a las poses públicas. Es, también, como todos sus relatos: un acto de valentía.
El Ruido de una Época es un compilado de reflexiones personales sobre la literatura y el acto de escribir. ¿Cómo fue el armado? ¿Tenías notas desde hace años? ¿Era algo que habías pensado juntar en algún momento para darle forma de libro? ¿Cómo encaraste la investigación que requirió sumar fragmentos de obra de otros artistas?
Este es un trabajo con muchas capas de sentido, con mucho sedimento, con mucha tierra y arena hacia abajo porque es El ruido de una época acumula y selecciona textos que de algún modo son tweets, pero son tweets intervenidos porque luego los corregí, los modifiqué, los acorté, los alargué, los pulí. También hay notas que escribí a cuatro manos para revistas en otras lenguas. También hay decálogos y monólogos y antidecálogos que escribí hace más de diez años para Eterna Cadencia u otros blogs. Y también hay, por supuesto, textos nuevos, absolutamente nuevos, de experiencias con los mercados, con los festivales, con la literatura, con la composición de ahora. Entonces es un trabajo que revisiona un poco lo que vengo pensando de la literatura en los últimos diez años, desde que escribí Matate, amor.
Al comienzo nos advertís: “No estoy siendo nada original, la paradoja es ir contra la opinión general, contra la lógica, es celebrar la contradicción”. ¿Cómo se transita por todos los festivales, concursos y por el mundo editorial con todos tus intentos por romper con la escritura adoctrinada?
Se transitan los caminos de la literatura, las lecturas, las tertulias, los encuentros, los festivales, los mercados, las mesas de debate literarios. En mi caso y en tantos otros, se lo transita, de algún modo, con una posición un poco combativa. No todo el tiempo, porque también es cansador y no solo se trata de combatir el arte, pero sí que hay que ejercer esa especie de resistencia al tic de la época, en este caso, en esta época es cierta mecanicidad, cierta instrumentalización de las lecturas políticas de los textos de maneras muy simplistas, que es como para digerirlo rápido. Bueno, sos mujer, tenés 40 años, 45 años, latinoamericana, escribís sobre maternidad, bueno, listo. Se trata de deconstruir la maternidad del patriarcado, como lecturas muy automatizadas que por ahí al comienzo fueron muy interesantes y muy disruptivas, pero que ya no lo son a fuerza de repetirlas. Que se trata para mí de leer los textos de las contemporáneas pero los míos también siempre de modos, de otros modos, de modos un poco más transversales, más laterales, menos directos, menos centrales y se combate así, tratando de discutir cuando se puede, porque en general no te dejan o no quieren.
Escribir sin miedo a ofender es, para mí, tu sello personal, es como levantar el hombro en un gesto de “que me importa”. ¿Cuándo supiste que querías escribir con todas las contradicciones, aunque “quede mal”, sin miedo a la doble moral?
No es que no tenga miedo, pudor, vergüenza y tampoco se trata para mí de escribir sin miedo a ofender, porque no es en eso en lo que estoy pensando cuando escribo. Primero que no estoy pensando en un otro, ni en un otro fantasmal, ni en un otro real, ni en un otro sublimado, ni en un otro… No estoy pensando en un otro y no estoy pensando en no ofender. Es tratar de sacarse el miedo, eso sí. Tratar de escribir o de pensar la literatura sin miedo. Tener miedo en la vida, en todo, menos en la literatura. Y eso no sé por qué surgió así.
Para mí la escritura siempre es el terreno de la pérdida del pudor. Casi la condición misma para escribir.
En tu nuevo libro contás algunas experiencias que fueron significativas en tu vida como el silencio de la biblioteca de Puan o el momento en el que supiste que podías escribir escuchando a Glenn Gould. ¿Qué otros momentos recordás en los que hayas sentido que la escritura te definía?
Puan y ese silencio, esa campana de silencio de Puan. Dentro de la biblioteca un reducto, un recinto, una especie de búnker, de gabinete de silencio. Glenn Gould y el descubrimiento mismo de la escritura en lo que es una partitura. Escribir es seguir una partitura. Escribir es componer, pero yo no lo sabía antes de escucharlo. Otro momento significativo de la escritura es el pasaje de lengua, el vivir rodeada de otra lengua que la nuestra, que el español porteño argentino. Es una obviedad, pero eso fue un pasaje a otra dimensión, un pasaje a otra dimensión de la lengua, no porque yo escriba en francés, sino porque mi español ya no es el mismo, ese pasaje a otra lengua fue radical y fue esencial para escribir. La experiencia de la soledad absoluta en el campo, el extrañamiento del campo, de la naturaleza, vivir rodeada de naturaleza, como un poco lo que dice David Lynch que dicen que casi mordería, chuparía, se comería la naturaleza, que ese caos de la naturaleza a todo nivel, sonoro, visual, conceptual, le funda su obra. Bueno, a mí me pasa lo mismo.
“El campo literario es mafioso. Para entrar es mejor ir calzado. Los dos enemigos más grandes del escritor: la profesionalización y la impostura.” ¿Qué es lo mejor de escribir y por qué lo haces?
Es un poco una especie de sarcasmo o de broma esto de que hay que entrar al campo literario calzado, armada, pero no es tanto una broma. Es lo mismo el campo de los abogados, de los ingenieros, de los médicos, de los cirujanos, de los psicólogos y de cualquier artista. Pero lo que pasa es que la diferencia con la literatura es que se pretende decir que está lleno de buenas almas y de gente caritativa y que piensa en las grandes luchas. Y no es verdad. Está lleno de cínicos, pero como está lleno de cínicos el colegio de abogados o de porteros. No se salvan el ser humano. Lo de la profesionalización, si se quiere ser artista, se te termina torciendo el cuello. Yo no es que esté en contra de vender libros, qué más quiero que haya lectores, que ir a un festival, que haya interlocutores, debate. No es la idea de ir en contra que los libros circulen, al revés. Pero me refiero a la profesionalización en el sentido de que eso dicta tu escritura, el pulso, el ritmo, el corazón de tu escritura. Que los dictámenes de los tópicos que hay que escribir, del modo que hay que interpretar políticamente algo dicta, consciente o no, tu escritura a eso me refiero con el enemigo número uno. ¿Y por qué escribo? Bueno, es una pregunta que solo me deja una respuesta obvia, que es cómo se podría vivir de otro modo que escribiendo.