Mariana Sández: «Escribir es una forma de vida»

Mariana Sández Portada

Mariana Sández nació en Buenos Aires en 1973. Se ha formado en Letras en la Universidad de Buenos Aires, en Literatura Inglesa en Mánchester y tiene un doctorado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en Barcelona. Colabora con el suplemento Ideas del diario La Nación y Revista Ñ del diario Clarín. Además dirige el Club de Lectores de UNIR, la Universidad de Internet, en España. Su producción cuenta con relatos premiados tanto en Argentina como en España, donde reside actualmente. Publicó el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel, la novela Una casa llena de gente y el libro de cuentos Algunas familias normales.

 

En Una casa llena de gente, Charo recibe como herencia de su madre cuadernos autobiográficos. La protagonista obedece ese último deseo y comienza un viaje al pasado familiar reconstruido mediante las palabras para entender quién fue realmente esa mujer y cuáles fueron las penas que la llevaron a la muerte. ¿Cómo se inició el proceso de escritura de este libro?

Por un lado, tenía la idea de una nena, de entre ocho y diez años, que se representaba la vida de sus vecinos a partir de los ruidos que ocurren a diario en un edificio. Por otro, mientras ella desde su ingenuidad está pendiente de investigar la vida de los demás, su madre escritora tiene la manía de registrarlo todo para que el presente no se evapore y poder conservarlo. Escribe un diario como registro del crecimiento de su hija para que ella de grande pueda leerlo y conocer cómo se fue convirtiendo en la persona que es. Al mismo tiempo, quería retratar la amistad entre dos mujeres adultas que funcionan como némesis una de la otra, opuestos que se atraen tanto que en algún punto todo explota. Esa especie de radicalidad femenina que es muy frecuente. Todo eso está combinado en el centro de la novela.

Una casa llena de gente tapa

Algunas familias normales son cuentos que hablan de lo íntimo y lo familiar, lo que sucede en el “puertas adentro”. Historias que se desarrollan en casas, habitaciones, edificios, oficinas, lugares donde tiene lugar el vínculo familiar, pero también otro tipo de relaciones humanas, como las laborales o vecinales. ¿Cómo surge en vos la idea de hablar de los vínculos y los espacios que relata este libro?

Es el mundo que mejor creo poder mirar y describir: los infinitos modos de las relaciones que se establecen entre las personas, lo visible y lo invisible. Esa especie de hiato que hay entre lo que decimos o manifestamos y lo que realmente parece estar sucediendo en el mundo interior de cada uno. Me gusta observarlo, reparo casi sin darme cuenta en los gestos, la manera de hablarse y tratarse unos a otros en la calle, en el trabajo, en reuniones íntimas, los estilos para atender a clientes o a pacientes en cualquier local o consultorio, todo ese accionar microscópico es mi material.

¿La conexión entre los cuentos que componen Algunas familias normales es el resultado de algo buscado?

No fue buscado. Me di cuenta después, a la hora de reunir lo que tenía escrito, en la primera edición de 2016. Hice una selección, descarté algunos y ahí noté el tema de las relaciones psicológicas en distintos escenarios, y la “normalidad” como hilo temático entre todos. Como si en el fondo subyaciera todo el tiempo la pregunta ¿cuáles son los criterios que nos guían en la vida cotidiana como sociedad? O ¿a qué llamamos lo normal? ¿Cuál es la distancia entre el ser y creer ser, ser y aparentar, ser y representar? Todos esos matices aparecen en el mundo secreto de estos personajes.

Algunas familias normales tapa

¿En qué creés que radica la “normalidad” de la que hablan los cuentos?

Los cuentos dejan entrever que es un disparate confiar en esa especie de referente al que llamamos normalidad, en lo estándar unificado para todo el mundo por igual. Pero lo increíble es que vivimos como si realmente existiera y lo hacemos funcionar a toda costa. Me lo pregunto cada día. Quién decidió que la belleza es esto o aquello, quién supuso que la familia tipo es así, quién estableció los parámetros del arte elevado o el arte mainstream, quién, y por qué lo obedecemos sin cuestionárnoslo.

Una casa llena de gente y Algunas familias normales están atravesados por relatos que tienen que ver con estructuras familiares y con la literatura. ¿Por qué crees que estos temas son recurrentes en tus historias?

Me atraen mucho la psicología y la filosofía, es decir lo que motiva los comportamientos en las personas: la causa y los efectos. Por qué actuamos de determinado modo según las circunstancias o de qué contexto venimos para haber crecido de una manera específica. Eso influye en nuestra forma de ver, estar y asistir al mundo. Por eso todos vemos un mismo hecho de manera diferente. De ahí que mis focos estén puestos en la lente con la que miramos, la voz con que lo transmitimos, el recorte teñido de nosotros que hacemos de los otros, ese contagio de yo en el otro, del otro en mí, ese límite borroso entre lo que somos, lo que creemos ser y lo distintos que somos para cada uno de los demás. Somos individualmente un collage que nunca terminará de integrarse.

¿Cuándo se inicia tu camino como escritora?

Me interesó desde muy chica, desde que aprendí a leer, casi vinieron juntos leer y querer escribir con un sentido estético. Pero con voluntad de publicar empecé a los treinta y tres, cuando pude otorgarle un tiempo constante a la escritura junto al trabajo remunerado.

¿Cuáles son tus libros y autores preferidos? ¿Qué estás leyendo en este momento?

Mis preferencias están en los clásicos, de los griegos en adelante. Con especial gusto por ciertos periodos como los siglos XVIII al XX. Ahora releo toda la obra y biografía de Jane Austen para dictar un curso; repaso a Pessoa y a Perec por temas relacionados con mi escritura. Y consulto algunos textos de filosofía de Sartre, Kierkegaard, Nietzsche, y de sociología a Erving Goffman, por curiosidad.

¿Estás escribiendo actualmente?

Siempre lo hago, es una forma de vida.

Créditos foto de portada: Ph Alejandro Guyot.