Marianela Saavedra es feminista, poeta y activista gorda. Publica sus poesías diariamente en las redes sociales porque “cree en el poder fundante, redentor y liberador de la palabra”. Tiene ocho libros publicados autogestivos: Maldita eres, Poesía, Reaccionaria, Ay, Poesía Gorda y Confieso. También publicó Apodyopsis y Por ese palpitar, ambos editados por Sudestada para su Colección Subversiva. Es dueña de una librería llamada Donde viven los monstruos, desde la cual impulsa y difunde diversas obras de circuito alternativo. Sus poesías atraviesan, conmueven, trascienden, interpelan y llegan para salvarnos.
¿Cómo nace en vos el ser escritora? ¿Por qué crees que elegís la poesía?
Yo no sé si nací escritora, pero sí nací con una conexión profunda con las palabras. Procedo de un origen extremadamente humilde, siendo hija de un pescador y prácticamente una niña, una joven de quince años en aquel entonces. Mi lugar de nacimiento fue un pequeño pueblo de pescadores, inmerso en la cultura gauchesca, rodeado de los ritmos de los chamamés, los acordeones, el río; un lugar donde las historias de aparecidos, el temible lobizón, la misteriosa luz mala y la inquietante llorona formaban parte de nuestro día a día.
En aquel mundo en el que crecí, no había abundancia de comida, libros, juguetes ni muchas otras cosas, pero lo que sí había en abundancia eran las palabras. Mis primeros pasos en la escritura los di cuando aprendí a trazar letras, y mi primer acto fue escribirme a mí misma. Creé un pequeño libro con hojas sueltas, y en ese momento, creo que sellé un pacto con la literatura. Esto sucedió cuando tenía apenas seis o siete años.
Con el tiempo, la poesía se convirtió en mi forma de expresión preferida. Después de pasar por muchas experiencias, incluyendo la supervivencia de la violencia de género, sentí la necesidad imperiosa de expresar lo que vivía y pensaba. Me di cuenta de que la poesía me permitía comunicar mis pensamientos y sentimientos de una manera que otorgaba fuerza a mi voz y potencia a mis palabras.
Fue recién cuando rondaba los treinta años que comencé a reconocerme, a aceptarme y a consolidarme cada vez más como poeta en pleno derecho.
Después de sobrevivir a la violencia de género descubriste el feminismo y lo hiciste poesía. ¿Qué es para vos ser feminista y cómo se inició tu camino en la militancia?
Para mí ser feminista, antes que nada, es un compromiso conmigo misma, luego con mis ancestras y con las generaciones por venir. Es un modo de estar y ser en el mundo. No podría no ser feminista, es impensable para mí. Como me constituye como persona, como ser humana, es inevitable que lo transforme en poesía; que al hablar mi poesía sea una poesía feminista. Mi modo de ver todo, mi modo de ver los vínculos, de ver el amor, de ver la familia, de ver la amistad y de ver un montón de otras cosas, tiene que ver con que sea feminista y con poder hablar desde ahí. Yo no podría ser de otra manera. Yo me encuentro con mis amigas feministas cuando me escapo de mi violentador y me voy a vivir al sur. Un par de compañeras docentes, que ya estaban militando dentro del feminismo, me dan “la bienvenida”: mirá, este es el feminismo y podés vivir de ahora en más de esta manera, al menos intentarlo. Así he ido pasando por distintas instancias de la militancia, he estado en grupos de acompañamiento a mujeres, he sido socorrista, he estado en diferentes grupalidades. Hoy en día me identifico mucho dentro de la militancia gorda y dentro del transfeminismo y de la interseccionalidad.
En el 2014 publicás, de manera autogestiva, tu primer libro Maldita eres ¿Cómo es la experiencia de la autogestión editorial y cómo fue trabajar con Sudestada?
La autogestión, primero, fue como un modo único para mí. En ese momento vivía en Ushuaia y estaba muy lejos de todo. Estaba por emprender, junto a mis hijes, un viaje por Sudamérica de al menos dos años. En ese contexto veía muy lejana la posibilidad de escribir un libro y, más lejos aún, que alguna editorial se interesara en mí. Entonces, dije “bueno, lo voy a hacer todo yo” y empecé a descubrir así, a los ponchazos y a las caídas, qué es la autogestión. Me inventé modos de autogestionarme. Me inventé modos de editarme. Me los fui inventando porque no estaba tan al tanto de cómo era. Un tiempo después, me voy del país y cuando regreso, ya con la intención de sacar otro libro, elijo nuevamente la autogestión. Lo hago con otra perspectiva, con otra mirada. Pienso a la autogestión como un modo de hacer. Para mi tercer libro, Reaccionaria, empiezan a aparecer algunas pequeñas editoriales interesadas, pero yo sigo insistiendo, con más firmeza, en la autogestión, ya que me parecía que me brindaba más posibilidades de expresión, que me permitía tener un vínculo más estrecho con lo que escribía y con la gente. No había intermediarios. Éramos mis poesías, la gente y yo.
Es muy difícil ser autogestiva en este país. Súper difícil. Llegó un momento en que fue masiva mi escritura, mucha gente compraba mis libros y, en ese momento, aparece Sudestada, en donde ya publicaba textos míos desde el 2017. En ese momento era el 2019 y aparece con una propuesta más firme para incorporarme a la colección de poesía subversiva que dirigía Juan Solá. Juan era alguien con quien yo ya hablaba, era una de las personas con las que yo me sentía bien, así que no tuve ningún problema en incorporarme. Son geniales, de alguna manera también se autogestionan. Son coherentes y tienen un montón de cosas que me hacen creer en ellos. Por eso sigo con ellos.
En el 2021 publicaste Poesía Gorda que reúne poemas, fotos y relatos de personas gordas que militan desde distintos ámbitos. ¿Cómo fue el proceso de escritura para llevar esta experiencia que tiene que ver con tu propia identidad al libro?
Pues sí, a Gorda muchas veces digo que además de un libro es un concepto, porque engloba un montón de cuestiones. Engloba el desborde, la desmesura, la abundancia, la desobediencia. Entraron dentro de ese concepto no solo los cuerpos gordos, sino también la diversidad; la corporalidad diversa en general. De hecho, es un libro que ahora va a salir reeditado por Sudestada, en donde hay muchas más participaciones: dos personas, dos varones gordos con discapacidad, uno con síndrome de Down, una persona con cuadriplejia, participan personas trans. Ahora es más amplio y por eso te digo que se transformó en un concepto que alberga, también, la diversidad corporal. Llevó mucho tiempo ese libro, casi tres años, porque fue hablar con cada persona que iba a participar, ver que estuviesen cómodos con las fotos, que sintieran que no iba a haber ningún tipo de censura. Algunas personas, además, querían escribir pensamientos, reflexiones. Así se terminó armando un proyecto en donde, de manera voluntaria, todas las personas formaron parte. De hecho, cuando dije que iba a sacar la reedición, también aparecieron muchas personas espontáneamente que querían participar. Me conmovió muchísimo. Creo que es momento de escribir otro libro de este encuentro, porque ahí me doy cuenta que hay tantas realidades y tantas formas de vivir la diversidad corporal como personas. Todo eso fue un montón. Me enseñó muchísimo. Me está enseñando lo que sigue provocando a la gente. A mí me parece un libro fundamental hoy en día, más allá de quién lo escribió, diría lo mismo. Un libro que reúne poesías, testimonios, experiencias y cuerpos de muchas personas con corporalidades diversas que no las verías en otro lugar, que seguro no las ves en otro lugar, así de esa manera como aparecen en un libro.
¿Cuál crees que es el legado que queda, que trasciende, que forma o que salva cuando escribís desde una militancia activa y conmovedora?
Además de la militancia activa y conmovedora, creo que hay coherencia. Todo lo que yo escribo es porque lo viví, lo sentí, lo siento o voy hacia la vivencia de eso. Desde ahí escribo. No estoy describiendo un paisaje que visité. Estoy escribiendo un sentimiento, estoy escribiendo una experiencia, estoy plasmando cosas que realmente han sido en mí. Y hay una concordancia y hay algo que nos une a muchas personas cuando alguien dice de manera honesta cómo ha sentido y percibido el mundo y cómo lo siente y lo percibe. Creo que es eso. A mí me moviliza mucho cuando voy a encuentros o estoy con personas o doy talleres que mucha gente me diga que por fin se puede encontrar en una poesía. Las frases que yo más leo a diario de personas que me escribe son: «Yo no leía poesía hasta que te leí a vos y entendí». Otra cosa que me pasa es que todos los días alguien me dice: «Vos escribiste lo que yo quería escribir». Esas dos cosas, para mí, son un montón. Y creo que es eso, mostrar que no necesitamos la anuencia de las academias ni necesitamos ser personas hipercultas y con mil títulos, eso es lo que me hicieron creer a mí. Tampoco necesitamos ser la persona más popular del mundo para sentir y hacer arte. Se puede hacer, solo con sentirlo y solo con ser coherente y con hablar y escribir desde la honestidad.