-por Vero Glassmann–
Maru Leonhard nació en Buenos Aires en 1983 y se crió en Ramos Mejía. Estudió Diseño de Imagen y Sonido. Actualmente trabaja como editora audiovisual y guionista. Transradio es su ópera prima y llega a través de la editorial Compañía Naviera Ilimitada. Fue preseleccionada para el Premio de Novela Sara Gallardo otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación. La novela narra la historia de Isabel que vuelve al lugar donde transcurrió su infancia, pero lo hace escapando. Una historia de escenas con enorme potencia visual y suspenso perturbador, mientras habla de duelos, recuerdos, silencios y espacios en la memoria.
En Transradio, Isabel, la protagonista, vuelve al pueblo de su infancia y ahí se encuentra con el pasado: viejos vecinos, recuerdos de su niñez, anécdotas con su madre. Ese viaje también es una huida y un escape. ¿Cómo fue el proceso de escritura de esta novela?
Cuando comencé la idea era bastante sencilla: una pareja que por algún motivo decide abandonar la ciudad. En general es un tópico que me interesa (incluso para mi propia vida) y quise jugar un poco partiendo de eso, pero llevando a los personajes a un lugar que yo conocí. La primera versión de la novela la escribí de forma sostenida durante seis meses. No sabía bien hacia dónde estaba yendo con la historia pero seguía y seguía. De hecho, a esa primera versión se le hizo una corrección y trabajo de edición bastante grande, un proceso que inicié bastante tiempo después y que me llevó casi un año. Fue largo. Por momentos algo tedioso, sobre todo en la corrección, donde hay que ponerle más cabeza que intuición. De la primera versión siguen los personajes y espacios, sobre todo, pero apareció algo más con la reescritura, creo yo que es la capa que le da profundidad a la novela.
¿Isabel busca un daño original, el primero de su vida? ¿Qué le aporta esa búsqueda?
Creo que a fin de cuentas esa búsqueda le aporta a Isabel la posibilidad de empezar a cicatrizar algunas heridas. Todxs tenemos algún daño original, como vos decís, y la idea es poder pasar la vida lo mejor posible con eso encima: los daños no desaparecen, con los traumas hay que aprender a convivir. En Isabel me parece que va por ese lado: hacer duelos y seguir adelante más allá de la pérdida y la ausencia. Hacerse cargo de eso que nos ha roto es parte de querer sanar, no es posible seguir adelante haciendo como que nada ocurrió. El “reencuentro” de Isabel con la figura de su madre viene a demostrarle que ella no es su madre, que sus caminos no tienen que ser necesariamente parecidos. Isabel necesita saber de dónde viene para pensar hacia dónde quiere ir. O para demostrarse que hay un camino posible que se abre frente a ella.
Empezaste a escribir Transradio en el 2014 y se publicó seis años más tarde. ¿Cómo es el proceso de publicación de una primera novela?
Es un proceso bastante tedioso aunque ahora que se publicó pienso que al final no fue tan difícil. En el momento lo sufrí bastante, hay que cargarse de perseverancia y estar resistente a la frustración. No es imposible publicar, pero hay que tener paciencia. En nuestro país hay muchísimas editoriales de todos los tamaños, así que es cuestión de escribir, presentarse, volver a escribir, buscar algún contacto… muchas editoriales no contestan o no buscan originales, pero hay muchas otras donde seguir intentando. Yo estuve algunos años buscando editorial y no encontraba, luego me contacté con Compañía Naviera Ilimitada a fines del 2017 y recién en el 2019 firmamos el contrato y la novela salió en 2020. Es decir: un proceso realmente largo pero bueno, ¡es un libro! Tampoco es cuestión de apurar las cosas, todos los procesos llevan su tiempo y está bueno respetarlos.
El Ministerio de Cultura de la Nación eligió a Transradio para estar entre las diez obras preseleccionadas para el Premio de Novela Sara Gallardo. También estuvieron nominadas Selva Almada con No es un río; Dolores Reyes con Cometierra y la ganadora Marina Yuszczuk con La sed, entre otras. ¿Cómo vivís este reconocimiento compartido con escritoras que marcan la literatura contemporánea?
La sed, de Marina Yuszczuk, es un librazo y me puso muy contenta por ella. En lo personal fue un reconocimiento que no esperaba en lo absoluto y es algo que me viene pasando desde que salió el libro: siempre hay algo nuevo por lo que ponerme feliz. Me da mucho orgullo estar entre esos nombres y me da muchísima alegría haber estado nominada y encima en un premio que lleva el nombre de una de mis escritoras preferidas. La verdad es que no le puedo pedir nada más a Transradio.
¿Cuál es tu formación en la escritura, concurriste a talleres literarios?
Estudié Diseño de Imagen y Sonido, así que por ese lado mi formación tiene más que ver con el guion cinematográfico que otra cosa. Pero hace varios años que asisto a talleres de escritura y desde el 2015 estoy con Natalia Moret. De vez en cuando, por ahí, hago algún taller corto con alguna otra persona. No soy muy buena para entrenar la escritura creativa, así que trabajo pésimo con consignas; hace un tiempo largo que trato de agarrarme a mis propias ideas e ir desarrollándolas a medida que puedo. La dinámica del taller está buenísima pero a mi me sirvió mucho para soltar la mano, para dejar de tener vergüenza de compartir lo que escribo y para leer mucho.
¿Cómo es el proceso de escritura? ¿Hay rutinas, ideas previas?
En general ya no me siento a escribir si no tengo una mínima idea de para dónde quiero ir (puede ser algo puntual en un texto corto o una parte de una novela), es raro que me siente sin tener en la cabeza algún rumbo. Después puede salir o no, pero sentarme a ciegas me cuesta muchísimo y por momentos me juega en contra, porque no termino de armar el hábito de sentarme a trabajar. Luego tengo rutinas de mañosa: escritorio ordenado, mate recién hecho, música instrumental en los oídos, teléfono en modo avión (por períodos cortos) y la seguridad de que por un rato no voy a ser interrumpida. Me cuesta mucho concentrarme, así que todas estas mañas son como los momentitos previos que me van preparando mentalmente para cuando finalmente me siento a trabajar. En etapas de corrección hay mucho tiempo y trabajo mental que no implica estar escribiendo, pero que es un gastadero de energía total: pensar y pensar y pensar en un texto antes de sentarme a escribir, reescribir o corregir.
Vos tenés un blog que se llama Primero, último en el que le preguntas a escritores cuáles fueron el primer y el último libro que leyeron. ¿Cuáles son los tuyos?
El primero que recuerdo (aunque no sé si es el primero que leí) es Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos. Me recuerdo chiquita, sentada en mi mesa de jugar (en la que había armado una mini biblioteca para sentir que era un escritorio como el de mis hermanxs mayores) leyendo y sintiendo por primera vez la tristeza en el cuerpo a través de una ficción. Si me preguntás de qué trata el libro, no lo recuerdo con claridad, pero sí recuerdo esa tristeza que me invadió (y me gustó). El último que leí fue Niña y Basurero, dos novelas cortas de Grimanesa Lazaro, editado por Blatt y Rios. Dos novelas breves y recontra potentes, la primera es la relación de una madre con su hija, la segunda es una especie de investigación del universo de un chico que matan y abandonan el cuerpo en un basurero. Súper recomendable.