Silvina Giaganti: “La literatura me autorizó a ser quien soy”

Silvina Giaganti nació en 1976 en Avellaneda, Buenos Aires, y es hincha fanática de Independiente. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Publicó sus textos en numerosos medios de comunicación argentinos e internacionales. Su primer libro, Tarda en apagarse (Caleta Olivia, 2017), es poesía y fue un suceso de ventas. Su segundo y reciente libro Donde brilla el tibio sol, editado por Mansalva, es un relato íntimo que habla de identidad, fútbol y barrio.

 

¿Cuándo y cómo nace en vos la escritura?

De chica empecé a leer porque me sentía aislada. Hoy diría que leer es una manera de justificar querer estar sola. Y escribir también es una manera de justificar la soledad. Una soledad llena de cosas. No creo que hubiera tenido el impulso de escribir si no hubiera tenido primero el impulso de leer. Estoy yendo a un supuesto origen. Hoy leo y escribo, escribo y leo. Ya no importa qué regó qué, hoy todo eso ya está mezclado. De todos modos, me resulta raro usar soledad y literatura en una misma oración: para mí leer es lo contrario de la soledad, en cada libro que abro siento que abro una conversación, y casi te diría que la literatura me autorizó a ser quien soy, a pensar como pienso, a amar como amo, porque la literatura me enseñó que ser quien era y que amar como amaba no solo era posible, sino que era real. De alguna forma, mis formas de subjetivación en la juventud –y a veces todavía– se anclaron en modelos literarios, mi yo le debe mucho al contacto con los libros. Con respecto a cómo nace en mí la escritura, creo que todo lo que escribo, todo todo todo, es una extensión de todo lo que leí. Claro que hay libros que me marcaron, estilos predilectos, autoras y autores que organizaron mi percepción del mundo, pero también es cierto si digo que lo que escribo está hecho de lo que todavía no leí, o de lo que leí después de haber escrito algo que primero intuí.

 

Tu primer libro, Tarda en apagarse editado por Caleta Olivia en 2017 es poesía autobiográfica que habla del desamor, la amistad, la sexualidad. ¿Cómo se inició tu vínculo con la poesía y por qué la elegiste para tu primer libro?

A ver, en primer lugar moderaría la etiqueta ya vacía de poesía autobiográfica, porque en verdad, al formularla se pierde más de lo que se gana. Siempre es bueno recordar que eso que llaman autobiográfico no es un evento literario de los últimos veinte años. Que se yo, Safo hizo la operación de sustituir los mitos centrales por experiencias personales, siglo 7 a. C. Dicho esto, mi vínculo con la poesía fue progresivo como mi vínculo con la narrativa, primero empecé con algunx autorxs, luego otrxs, y así las cosas. Podría decir que de todos modos no es un vínculo evolutivo, vuelvo a libros con los que empecé a leer poesía, por ejemplo La energía de los esclavos de Leonard Cohen, que de vez en cuando retomo. Elegir la poesía como género para un primer libro fue casual te diría, yo hacía mucho taller en los años que se fue armando Tarda en apagarse, y escribía indistintamente poemas y relatos. De hecho, tenía más material para consolidar un relato corto pero en algún momento se produjo un desvío y ocurrió lo que ocurrió.

 

 

Tarda en apagarse alcanzó un lugar privilegiado en los rankings de los libros más vendidos en las principales librerías de la ciudad de Buenos Aires y se convirtió en un suceso editorial, algo que generalmente no sucede con la poesía. ¿Qué creés que pasó?

No creo que yo sea la persona que tenga que responder eso, sinceramente, sumado a que no tengo ni idea y a que Caleta Olivia es una editorial independiente que hasta Tarda en apagarse tenía poco acceso con sus libros a las librerías de Buenos Aires y de todo el país. El otro día una chica me dijo, “Tarda en apagarse lo compré cinco veces, una para mí y cuatro para regalar”. Varias veces me dijeron eso, habría que preguntar a esas personas o a quien lo leyó y me escribió para decirme que el libro fue importantísimo para su vida o para algún momento de su vida por qué le fue bien al libro. Yo no tengo idea.

 

Donde brilla el tibio sol habla del barrio, de Independiente, de la familia y la infancia. Arranca con la frase: “Avellaneda: no puedo decir que me guste, puedo decir que la quiero” y tiene un capítulo que se llama “Avellaneda soy yo”. Ya que compartimos el mismo barrio no puedo dejar de preguntarte, ¿cómo es irte y de alguna forma nunca hacerlo del todo? ¿cómo te constituyó nacer ahí? ¿qué significa para vos haber transitado esas calles?

Esa frase que mencionás es una frase que leí en una entrevista a Eladia Blázquez, que nació y se crió por ahí, en Gerli, Avellaneda. Me parece una frase sensacional y acertada, y que cito en el libro porque la suscribo. Pero además de una descripción, esa frase porta una poética del afecto, ¿no? ¿Qué es más poderoso, gustar o querer? La verdad que Avellaneda no tiene una belleza hegemónica, y cada vez que vuelvo, porque mis padres siguen viviendo ahí, me bajo del colectivo y camino las siete cuadras que me llevan a su casa y veo todo igual: las veredas, los yuyos, los frentes de las casas que no se pintan hace años, el alumbrado con esa luz amarilla puro desvanecimiento, el heladero de La Perla tocando la corneta en el carrito los domingos a la tarde vendiendo el sanguchito de helado… Por ahí ves una loma de burro nueva, una casa construyéndose arriba de otra, pero el cambio no se ve, al menos no es visual. Sin embargo, veo algo hermoso en su fealdad, en su nunca repuntar. Veo algo nutricio. Tal vez porque no es de lo perfecto, sino de lo imperfecto, de donde siento que brota algo. Pero al mismo tiempo no todo está en su lugar o alcanzó su paz dado que tuve toda mi vida -y la seguiré teniendo – la sensación de estar partida, partida entre identidades y clases y partida por no encajar nunca del todo en ninguna parte, o de ser de más de un lugar pero no ser del todo de ninguno. Eribon, de quien cito como epígrafe un párrafo de Regreso a Reims, lo dice mejor al decir que hay una melancolía inarrasable cuando se pertenece a dos ámbitos tan diferentes que por su distancia parecen irreconciliables. Es inevitable la sensación de traición al origen, la de ser una tránsfuga de clase, cuando para vivir tu sexualidad – que en un barrio y en la adolescencia no es nada fácil – y tu incipiente despertar intelectual inexistente en tu casa, tenés no solo que alejarte con el cuerpo sino con la cabeza y la emoción para empezar a sumergirte en otros circuitos que no tienen nada que ver con tu origen -ni el lenguaje, ni las costumbres, ni los antecedentes profesionales, ni la guita-. Es salir de un closet para meterte en otro. Si Tarda en apagarse es la salida del barrio, es la salida del amor romántico, es la vivencia de otros vínculos que no son sexoafectivos, y al final es un regreso a mí, Donde brilla el tibio sol es un regreso a aquello de lo que estoy hecha, a lo que negué y me avergonzó, a lo que traicioné y me atormentó. Es un regreso para intentar abrir la caja negra, largar el rechazo para mirar ese pozo de melancolía asociado a estar partida, a pertenecer a dos mundos tan diferentes.

 

 

El fútbol, Independiente y la relación con tu papá, hincha de Boca, atraviesan el libro. Hay mucho amor en los relatos. Un regalo, un legado. ¿Cómo fue recibido el libro por tu familia? Me gusta eso que dijiste en otra entrevista sobre tener hijos, lo que decía tu psicólogo sobre cómo devolverle a los padres. 

Hubo un avance, cuando publiqué Tarda en apagarse no pude contarles, se enteraron por una nota que publicó la revista Noticias que se titulaba “Best sellers secretos” y analizaba Los mejores días de Magalí Etchebarne y Tarda en apagarse. Me llamó mi mamá a los días y me dijo: ¿Cómo que publicaste un libro? Si, má, le respondí, no sabía qué decir. Sé que lo fue a comprar y  que lo leyó. Donde brilla el tibio sol se los llevé porque está dedicado a ellos, a mi mamá y a mi papá, no podía no hacerlo, pero me dio una vergüenza enorme.

 

Publicaste por primera vez después de los 40 años y entre el primero y el segundo libro pasaron algunos años. ¿Cómo es el proceso de publicar para vos?

Creo que sobre todo soy una escritora sin planes, no sé cuándo voy a volver a publicar ni sé si voy a escribir toda la vida. No soy de esas personas que dicen que no podrían vivir sin escribir. Creo que se puede vivir sin casi todo lo que creemos que no podemos y la vida nos lo demuestra constantemente, porque nos va arrancando algo todos los días y seguimos igual.

 

¿Qué estás leyendo en este momento y cuáles son los libros que más te gustaron de este último año?

 En este preciso momento estoy leyendo Solo por la emoción de Anne Carson. Y la autora de este año fue Rachel Cusk, leí Despojos a principios de año y no pude parar hasta leer todo lo que pude conseguir de ella. Escritora tremenda. Dos canadienses ahora que me doy cuenta, Carson y Cusk.

 

Crédito foto de portada: Lucía Noel